domingo, 21 de septiembre de 2008

Extraído del libro “Navarra 1936. De la Esperanza al terror”, publicado por Altaffaylla. Sexta Edición. 2003.

ALLO

Allo era por los años 30 el enclave anarquista más importante de Navarra y con una trayectoria más consolidada. La sañuda persecución que sufrieron los libertarios, sus organizaciones, prensa, etc., unido al desapego de los mismos a las instituciones y fórmulas del Estado (elecciones, Ayuntamientos, inscripciones oficiales, etc.) contribuyó a que hoy día resulte muy difícil recomponer la historia del anarquismo navarro. En Allo sin embargo dejaron una clara huella en la memoria popular.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, los anarquistas influyeron notablemente en el Centro Católico de Obreros de Allo, hasta el extremo que el 25 de noviembre de 1927 fue suspendido por el Gobierno Civil “por estar en él peligrosos sindicalistas de corte anarquista”, prohibiendo la participación de estos socios tras la reapertura de 1928. Las notas policiales, en las relaciones de socios existentes en el Gobierno Civil, apostillan por ejemplo “los diez más peligrosos”, o, en el caso del presidente José

Garnica Echeverría, “el más exaltado” que, además, “recibe correspondencia del extranjero” acusación, al parecer grave, repetida para los dirigentes del Centro, Vicente y Francisco Roncal; Pascual Alonso “que se halla detenido”, etc.

Al frente de la CNT, Aurelio Iñigo fue la persona más significada y representativa.

En abril de 1931 la derecha se presenta sola a las elecciones y Segundo Gárnica es elegido alcalde por el artículo 29. Pocos asuntos interesantes en la gestión municipal de esa corporación salvo los altibajos en la cuestión del Estatuto Vasco, que se votó a favor en las primeras asambleas y en contra en la última.

En enero de 1933, a instancias del Gobernador es nombrada una gestora presidida por Jesús Arrieta. Tras nuevas elecciones, el mismo año las izquierdas acceden a la alcaldía con Eusebio Gainza, persona dotada de una gran humanidad, miembro del Círculo Republicano Federal, constituido en mayo de 1931 en el nº 10 de la calle Mayor. El Círculo estaba dirigido por Nicandro Hermoso de Mendoza, Liborio Lascante, Esteban López, Ángel Zabalza, etc., prácticamente la misma directiva que formará en agosto de 1933, Acción Republicana, partido al que también pertenecerá el alcalde.

Una UGT minoritaria representada por Jesús Arrieta se preocupó fundamentalmente del problema del paro, con protestas por el retraso en la formación de la Bolsa de Trabajo e instancias al Ayuntamiento proponiendo soluciones. Pero el sector local de la izquierda continuó siendo anarquista.

Muy preocupados por la cultura, en mayo de 1932, crearon un importante “Ateneo” denominado “Libre Acuerdo” en el número 22 de la calle Mayor. Los numerosos socios frecuentaban asiduamente su biblioteca, vigilada, también asiduamente, por la Guardia Civil, cada vez que los anarquistas sacudían con sus potentes organizaciones a nivel del estado, las contradicciones de la República.

El 29 de julio de 1933 el comandante de puesto notificó al Gobernador Civil que había requisado una serie de libros del ateneo de los que facilita algunos títulos: Embriología, Medios para evitar el embarazo, Jesucristo nunca ha existido, Tierra y Libertad, En régimen demócrata, Cómo haremos la revolución, etc.

Volviendo al Ayuntamiento, el paro era el mayor problema con que se enfrentaba el pueblo. A fin de paliarlo se acordó abrir un tajo en las cascajeras de Miravete, pedir créditos, etc. En otro orden de cosas, la corporación organizó y sostuvo una biblioteca; revisó propiedades y contribuciones; construyó un refugio para hospedaje de mendigos y realizó alguna campaña de pesaje para evitar el fraude en el ramo de la alimentación.

Coincidiendo con el movimiento revolucionario, en octubre de 1934, se quemaron las pajeras de Julio Echeverría y de Miguel de Ulibarri. A los pocos días del suceso y por orden gubernativa, la corporación municipal fue destituida, constituyéndose en su lugar otra con Manuel Zala como alcalde. Uno de los primeros acuerdos de este Ayuntamiento derechista fue indemnizar a los dueños de las pajeras incendiadas.

En 1936 es repuesta la corporación anterior. Las elecciones de febrero tuvieron en Allo un desarrollo peculiar. A pesar de la actitud participacionista de gran parte del anarquismo estatal (consciente de que el triunfo del frente Popular suponía la amnistía para miles de anarcosindicalistas) en Allo la postura fue de no votar, actitud que hasta principios de 1986 se veía reflejada en alguna pintada de la villa, conservada a través de medio siglo. Celebradas las elecciones, las derechas consiguieron 527 votos, el Frente Popular 83 y 31 los nacionalistas. Sin embargo la abstención alcanzó el 43, 7 %, algo excepcional en Navarra y altamente significativo de la influencia del anarquismo local.

Contra este sector de la población se desencadeno principalmente la represión posterior al 19 de julio de 1936; empezando por el desmantelamiento del Ateneo y de la biblioteca que funcionaba en sus locales. Asaltaron el edificio y sacaron a la calle los libros, muebles y cuadros con imágenes de la Libertad y les prendieron fuego en frente de la Guardia Civil. Los ricos, comandados por Miguel Ulibarri, Francisco Abete, Luis Osaba, el cura José Larraza, Fermín Arza, Nicasio Iragui, y otros, ayudados por el cabo de la Guardia Civil, Ginés Sánchez, impusieron el terror. El carlismo tenía escasa incidencia en Allo y ni siquiera disponía de Centro, por lo que para las tareas represivas se contó a menudo con la ayuda de los requetes y matones de Dicastillo y Arellano.

Los sublevados recorrieron las casas de los socios del Ateneo instándoles a que se presentasen en el cuartel. Algunos optaron por no ir y esconderse. Otros fueron puestos en libertad, pero varios ya no salieron. Organizados en partidas, comenzó la persecución de los escapados.

Blasa Roncal fue una de las primeras personas capturadas; era anarquista y se enfrentó valientemente a sus asesinos. Una partida formada por dos guardias civiles y dos requetés la mató cerca de Lerín, intentando antes abusar de ella.

Pronto quedó constituido el nuevo Ayuntamiento con el carlista Félix de Ulibarri como alcalde, puesto que ya había ocupado durante la dictadura. Asimismo se formó la junta de socorro para las familias de los voluntarios, integrada por representantes del clero, Guardia Civil, Ayuntamiento, Bodega – Cooperativa, Electra, Harinera, Caja Rural y Sindicato.

Este mismo mes de julio capturaron a Manuel Garamendi “el Gafas”, a Braulio Aedo y a Benigno Alonso mientras se encontraban segando. Sus cadáveres aparecieron en el término de “las Caballerizas”, en Mendavia. La búsqueda también se realizó por los domicilios particulares. Tal es el caso de José Garnica “Patica”, asesinado después en término de Murillo de Arandigoyen. Su hermano Tomás pudo escapar a Francia en el taxi de un pariente.

Las detenciones fueron numerosas e intempestivas, en medio de un clima de terror exacerbado por personas concretas. Uno de los nombres más temidos fue el del citado cabo Ginés Sánchez Egea, a quien los testimonios califican de “socialista de Largo Caballero” durante la República y significado represor después.

En la cárcel pronto empezaron las “sacas”; las primeras fueron las de los hermanos “Monda”, José y Fermín Garnica, con Jesús Armendariz y Juanito Ochoa “Charramanga”. Los mataron cerca de Murillo de Arandigoyen. Vicente Roncal “el Perdiz” se salvó al recibir un culatazo en la cabeza durante el trayecto y ser dado por muerto. Un ganadero de Villatuerta, “el Roncalés”, lo encontró malherido, le curó sus heridas y le dio ropas de requeté con las que pudo pasar la muga.

Contra Felix Ochoa, hermano de Juanito, escapado a principios del año siguiente, dio el Gobernador orden de búsqueda y captura.

En la Cuesta de Bearin (Yerri), en una casa abandonada, mataron a Anastasio Portillo “el Ciego”, y en Villatuerta a Benito Roncal, hermano de Blasa, y a Jesús Inés “el Gitano”.

Otros fueron trasladados a la cárcel de Estella. A partir del 5 de septiembre fueron sacando a todos los presos, a excepción de un mendigo, por estar en condición de preso común, y del veterinario de Arroniz que pudo salvarse gracias a la intervención del alcalde de su pueblo. Los de Allo muertos en Oteiza, eran Crescendo Arana, Teófilo Erce, Gonzalo Garayoa, y Norberto Goicoechea, éste último propietario de un taxi que, después de confiscado, fue tristemente famoso con el sobrenombre de “el coche de la muerte”. Un hermano de Crescendo, Ángel, apareció ahorcado de una viga días más tarde. El día 17 la prensa provincial dio la noticia manifestando que “por el momento se ignoran las causas que hayan podido inducir al suicida a tomar tal determinación”.

Valerio Goicoechea, hermano de Norberto, consiguió escapara; desapareció en el frente y reapareció mucho más tarde en tierras de América, tras pasar por Francia.

En el Perdón mataron a Rufina Chocarro, de 45 años, madre de cinco hijos. Poco antes de ser detenida había tenido una discusión con la mujer de “Chuscarrina”, que fue jefe de Falange. Su marido, Porfirio Garraza, tuvo que marchar “voluntario” al frente y al volver estuvo encarcelado.

Con Rufina asesinaron a Ubaldo López, a Dionisio Rebolé y dos o tres más de otros pueblos. Un taxista de Allo vio los cadáveres al volver de Pamplona.

Ángel Lainez, detenido a las nueve de la mañana, cuando estaba trabajando en una obra, mientras almorzaba y en presencia de su mujer, fue muerto al día siguiente en Villatuerta.

Eusebio Gainza, el alcalde, muerto a primeros de septiembre, tenía 38 años y desde la alcaldía había acreditado su fama de buena persona. Las monjas de Santa Ana bajaron al cuartel para interceder por él sin resultado. Al parecer, los guardias civiles no le perdonaron que el Ayuntamiento no les pagara, además del sueldo, los medicamentos.

El significado cenetista Aurelio Iñigo fue asesinado en Arquijas. Consecuente con su pensamiento, vivía con su compañera María Lainez, al margen de toda legalidad civil o religiosa.

A Basilio Aedo y Jesús Alonso Chocarro los mataron juntos en Andosilla.

Caso extraordinario fue el de Vidal Montoya; permaneció durante mes y medio “emparedado” en una falsa pared de su casa, consiguiendo burlar a sus perseguidores. Martín Montoya se negó a declara el paradero de su hermano por lo que fue asesinado en Lerín. Al final, posiblemente por una delación, fue descubierto y muerto en Muniain, en el mismo lugar donde un mes antes lo fuera su amigo Félix Ochoa, de quien se afirma unánimemente que fue enterrado vivo al quedar malherido en el fusilamiento.

La represión sobre la mujer no conoció en Allo cortes de pelo. En cambio, dos mujeres, que se sepa, fueron obligadas por Miguel de Ulibarri a acostarse con él a cambio de no matar a sus hermanos. A otro grupo les hicieron cantar algunas veces el “Cara al sol” en la plaza. A Anacleta la Mondale hicieron beber durante bastantes días aceite de ricino. En algunas ocasiones trajeron mujeres de otras localidades con la cabeza rapada para pasearlas por el pueblo. Las de Allo lejos de reírse, se compadecían de ellas y les daban agua fresca.

Algunos vecinos de izquierda encontraron la muerte en las vicisitudes de los frentes, ya que cerca de 50 jóvenes de izquierda fueron obligados a luchar en el bando nacional. José Macua en el Tercio de Sanjurjo; Ricardo Alonso Larraona, hermano de Benigno, y Ángel Garnica entre otros.

Las muertes de Felipe Arrieta, Martín Goñi y Florencio Zozaya en Gazolaz el mes de marzo de 1937, y la de Casiano Gambra en el penal de Burgos, cierran esta larga lista.

Allo pagó muy caro su sueño libertario.

TESTIMONIOS

“Ya vienen por mi...”

“Arza era el que implantaba el terror aquí. Ese tenía tan mala uva que cuando pasaba por casa de algún izquierda tocaba la bocina del coche, que hacía ¡rooooo!. En cuanto oías aquella bocina, todo el mundo ya estaba en pie; porque el 80 por ciento de Allo era de izquierda. Tenía la manía de tocar el tío ese. Iba a la plaza y solamente por amedrentar a los pobres que estaban en la cárcel, ¡roooo! Tocaba la bocina, daba la vuelta y se iba. ¡ A ése si que le tengo yo asco!. Un día llegó a las 9 y media, da la vuelta y se para al lau donde vivíamos nosotros. Le dije a ésta: “Ya vienen por mí”. Estaba comiendo un caldo de ajo y ésta me estaba friendo un huevo frito. Yo me salgo por el tejau, y cuando me largaba, arranca el coche. Aquél día cogieron a dos hombres uno de sesenta y otro de setenta, y los mataron. Uno era de Aedo, el caminero”.

V.S.

¡Ahí te jodas!

“Muchos de los matones murieron mal o con mucho remordimiento. Al poco de la guerra aquí se suicidó uno que había hecho bastantes cosas. Precisamente eso lo vio un pescador, muy majo él. Va ése, Chusquín se llamaba, y se tiró al río p´ahugarse, pero no se pudo ahugar porque sabía nadar. Después salió del río y se subió a un chopo y con su misma correa se ató y se ahugó. Y lo vio todo ese pescador. Y fue y dio parte: ese fulano de tal se ha ahurcau en tal sitio. La Guardia Civil le llamó a declarar: “¿Usté no ha visto cuando se iba a ahurcar?. “Sí, y lo he visto cuando se ha tirau al río”. “¿Y no lo podía haber evitau usté?”. “¡Qué sabía yo! Yo le vi que se tiró al río. Del río salió. Al poco rato vi que se subía a un chopo. ¿Qué sabía yo si se ponía a secar!”. Ése fue uno de los que le habían denunciado a él pa que lo matarían. Se conoce que dijo: “¡Ahí te jodas!”.

S. C.

“¿Cómo voy a olvidar el 36?”

Yo tenía entonces 15 años. Eramos una familia feliz, sin historias, mis padres, los cinco hermanos... Vino la guerra y nuestra familia quedó destruida. Mi madre fue detenida y encarcelada y escuchó todos los insultos que se pueden oír. Luego la asesinaron en el Perdón. Mi padre tuvo que irse voluntario para salvarse y mis hermanos mayores desaparecidos.... nos quedamos en casa las tres pequeñas, solas. ¡Qué desprecios! ¡Qué noches, cuando caía el silencio y salía yo de casa para robar alguna berza o lo que encontrara para comer! Pero el hambre no tenía importancia... Era la soledad en que nos quedamos. Nos habían arrebatado lo más grande que hay en la vida, la madre. Y esas hienas , que sabían que estábamos solas y se presentaban en casa con fusiles, a buscar armas decían, rompiendo colchones y hasta la única foto que guardábamos de nuestra madre. Luego me hacían presentarme en el cuartel y decían aquello de: “Habría que matar a todos, que los pequeños luego se hacen grandes”. ¿Qué miedo nos podían tener? Nosotros no éramos hijos de asesinos ni de criminales, sino de personas que querían el bienestar de todos, sin distinción de raza o fortuna. Esos crímenes tienen que ser aclarados, pero por la justicia, no por venganzas personales. Aunque yo, personalmente, nunca les perdonaré”.

Adora Garraza

Ya no me llamó más

“Francisco Abete, el suegro de Fortún el diputau, ése fue....lo mismo que su mujer. Falangista, de los jefes. La mujer igual se plantaba en medio un corro de hombres y soltaba un “Arriba España” y todos allí a levantar el brazo... Pues ese Francisco Abete me llamó a trabajar un día, que estaban haciendo unos canales de regadío. El empezó a hablar de política. Yo no me atrevía ni a hablar. Y él dale y dale y tanto habló que dijo: “Es que los alemanes no tienen suficiente terreno pa los habitantes que hay y tienen que buscar donde sea”. Y yo le dije: “Mire, muy bien. Usté tiene más de mil robadas de tierra; yo no tengo ni una perra ni una robada de tierra. Si yo lo mato a usté en su casa, ¿todo lo de usté es mío? Pues es lo mismo. Si los alemanes no tienen, que se conformen con lo suyo”.

¡Lo que le dije! Ya no me llamó más”.

Vicente Solchaga

Albañiles

“Estábamos de albañiles, los tres de izquierdas, en una casa de Allo. Ésta vino a traerme el almuerzo. Estábamos sentaus cuando llegaron dos guardias y dos requetes de Allo y Ángel Lainez estaba partiendo un melón, el primero que cogió de la huerta. Y les dice: “Si gustan ustedes”. “No, tenemos orden de detenerlo a usted”. ¡Allí, en medio el pueblo! Ya se cortó el almuerzo, la comida, la obra, todo. Al hombre ya lo habían detenido antes y lo habían soltau. ¡Y yo creía que entonces venían a por mí! Lo llevaron y lo mataron con mi hermano el día 5 de septiembre. La pobre mujer que haba ido con la cestica del almuerzo se revulcaba por el suelo cuando se lo llevaban. Entonces llegaba el hijo con el carro cargau de arena. Parece que los estoy viendo; pasear a ese hombre por toda la carretera, por tol pueblo, con esos dos de Allo y los dos guardias, y el Angel con los bombachos remangaus de hacer la masada cemento... Ya no volvimos a aquella obra”.

Vicente Solchaga

Mujeres

“...Una hermana del chico que te digo se dejó con el jefe de Allo. Ulibarri cogió primero a una muchacha y “si quieres salvar a tu hermano te tienes que dejar”. Y luego lo mismo a la otra hermana. Y sí salvaron a su hermano. ¡Ulibarri, sí, que era el que más mandaba! Eso no ha pasau en ningún pueblo como aquí. Y a una de las chicas no le importa decirlo, que se dejó por salvar a su hermano.... Fue curioso porque los matones ya habían dicho que lo iban a matar y estaban cinco en la cárcel, sacaron a cuatro y dejaron a uno. Y la gente del pueblo se quedó extrañada. Pero fue por lo de la hermana. Y una de las que mataron era la Blasa, soltera, que era comunista de la CNT. En Allo había un Ateneo Cultural y tenía una biblioteca. Mataron a casi todos de la biblioteca. Cuando la llevaban iba gritando por la calle: “Hay que salir de casa, que esta gente nos va a matar”. Detenerla y matarla fue todo uno. Fue una pareja de la Guardia Civil y otra de requetes. Muy valiente. Les plantó cara el último momento diciéndoles cobardes. Y luego la Rufina, que tenía cinco hijos. Era una mujer muy maja. La tuvieron 13 días en la cárcel y no probó ni el desayuno en los trece días. A ésta la llevaron porque sabía que “Chuscarrina”, el de la Falange, había matau antes a uno de Estella. La sacaron a matar con los demás y la mujer llamando a sus hijos...¡unos llantos...!.

Vicente Solchaga

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